No Fun


No es divertido
Final y principio del Punk

“No es divertido. No es divertido en absoluto.” decía Johnny Rotten  desde el escenario en el que fue el último concierto de los Sex Pistols, al menos en su etapa inicial, antes de los regresos y las giras recaudatorias. Eso fue en Enero de 1978 en San Francisco. Habían durado dos años y medio en lo que fue una llamarada que no estaba predestinada a durar mucho más. Y es que el lamento de Johnny Rotten no pudo ser más preciso. No había diversión, tan solo unos chavales que montados en una vorágine de destrucción se consumieron. La llama de Sex Pistols estaba hecha para durar poco pero para seguir iluminando mucho después.


La mirada de Rotten.
Es bien sabido que no inventaron el Punk; tampoco eran unos ideólogos que pensaban en regenerar ningún movimiento y que acabaron montando un grupo de rock como podrían haberse dedicado a robar bolsos por Chelsea para subsistir. Sin la presencia del manager Malcom McLaren seguramente no habrían pasado de su barrio londinense. Nadie debe esperar de ellos una filosofía sobre la vida más allá de lo que la vida les daba a cada momento. Y es ahí donde reside la fuerza de su mensaje. Se conocieron alrededor de una tienda de ropa que marcó la estética punk inglesa del momento y justamente eso eran ellos: una carcasa, un atuendo sobre el vacío que sentían dentro. Ficharon a Rotten cuando llevaba una camiseta de Pink Floyd en la que había escrito ‘I hate’ delante. Odio a Pink Floyd. La frase que resultaba una provocación y una pequeña rebeldía escondía algo más. El odio a lo establecido, a lo funcional; a aquello que les rodeaba. Un odio vacío como respuesta a una sociedad de la que no se sentían partícipes. El continente precedía al contenido. Muestra antes de ser. En un país en depresión sin ninguna esperanza para los jóvenes de ciertos barrios marginales el punk se mostraba como una vía de escape. Gritemos, hagamos ruido, maldigamos y que quien nos escuche se eche las manos a la cabeza. Un juego donde ellos eran a la vez los jugadores y el juguete. Obviamente no se puede considerar que no tuvieran inquietudes. Eran personajes de su tiempo y las tenían, pero como grupo representaban el vacío existencial de cierta sociedad inglesas de los setenta.

No todo el punk fue así. La influencia del movimiento neoyorquino fue fundamental pero no compartía esa base de desesperación. Tampoco fue igual en todo Londres. The Clash, los otros grandes protagonistas de a escena, tenían una finalidad, un mensaje. Quisieron evolucionar musical e interiormente. Estaban llenos de ideas; los Sex Pistols sólo estaban llenos de desesperación.

El grupo se formó con John Lydon (Johnny Rotten), Steve Jones, Glen Matlock y Paul Cook. Con esa primera formación empezaron a dar conciertos por diversas salas de Londres primero y el resto de Inglaterra después. Según tocaban en directo iban consolidando su sonido en una apisonadora sónica y revolucionando cada ciudad por donde pasaban. La polémica les acompañaba en cada actuación al igual que una audiencia cada vez más numerosa. En pocos meses empezaron a tocar fuera de Gran Bretaña.

Con este panorama pasar por el estudio de grabación era algo inminente. El movimiento Punk se estaba extendiendo. Los Ramones habían publicado ya su primer disco y se esperaba lo que pudieran hacer los Sex Pistols. La edición de ‘Anarchy in the U.K.’ marcó claramente el espíritu punk tanto estéticamente como en cuanto al mensaje. Más que el mensaje en sí, que no era nada nuevo, establecieron la forma de lanzar las consignas. Escupiendo palabras llenas de rabia, ahogados en un nihilismo que no dejaba de ser un lamento. Las letras estaban politizadas pero adheridas a un sentimiento de desencanto, un descreimiento de cuanto les rodeaba.

La fama fue creciendo rápidamente. Actuaciones en televisión, más conciertos y un single que ya era una pieza icónica de la historia de la música.
La tensión entre Matlock y Rotten había ido creciendo hasta el punto de que el primero abandonó la banda. Si se le echó en un pulso con Rotten o fue de mutuo acuerdo no quedó claro, pero lo que sí quedó claro es que su sustituto era un Sex Pistol con todas las letras. Se trataba de Sid Vicius. Con la nueva incorporación el grupo estaba un paso más cerca del caos.

Era evidente la falta de talento tocando el bajo y era evidente también que la actitud del nuevo bajista iba a generar más de un titular. Encajaba en lo que los Sex Pistols transmitían y eso era suficiente para la banda. A Rotten por otro lado le interesaba ganar apoyos dentro del grupo. No hubiera pasado de ahí si Sid a partir de convertirse en una estrella no hubiera comenzado su espiral de autodestrucción acompañado de su pareja Nancy Spungen. Los dos parecían obsesionados en llegar al límite y una vez allí saltar al abismo.

Por entonces ya habían firmado con EMI, luego con A&M Records y finalmente con Virgin. Era difícil mantenerlos en una compañía ya fuera por su comportamiento o por el producto que vendían. Con Virgin publicaron la icónica ‘God Save the Queen’. Una canción censurada hasta la saciedad y que vendió tanto como puedo. Estaba ya todo preparado para el primer largo. ‘Never Mind the Bollocks’ estaba a punto de aparecer y romper con todo. Para la grabación se tuvo que recurrir a Matlock en detrimento de Sid Vicius para poder dar algo de solidez al conjunto. Tras su publicación, como no podía ser de otra manera, se convirtió en un gran éxito y en una gran polémica.

A estas alturas el grupo ya había llegado a la madurez que podían llegar. Su sonido no iba a mejorar, sus letras tampoco y su fuerza en el escenario no tardaría en ir mermando. Habían conseguido un producto sólido, lleno de energía y verdad. Irónicamente partiendo de la base que proponía el título de su disco “¡Qué cojones importa!”. Esa era la base de su fuerza y lo que hacía que proyectaran lo que proyectaban en el escenario. Al final de todo teníamos a unos chavales con canciones punk de tres minutos conectando con una parte de la sociedad que no creía en nada.

Llegó la gira por Estados Unidos. Los locales elegidos eran lo más alejado a su esencia, de ambiente ‘redneck’ y situados en la tradición más americana. Se trataba de crear una contradicción ya desde la puesta en escena. Sid Vicius totalmente enganchado a la heroina estaba fuera de control: peleas, automutilaciones, desapariciones en busca de más droga... Rotten se sentía aislado y cada vez más cansado de la actitud de Sid. En el concierto del 14 de Enero en San Francisco los Sex Pistols comenzaron los bises con una versión del No Fun de The Stooges. Johnny Rotten arrodillado mirando al vacío repetía “No es divertido. No es divertido en absoluto.” Su mirada en ese instante denotaba la apatía de quien ya no sabía qué hacia allí. Había dejado de ser divertido, solamente era eso; pero eso era suficiente para abatir a Rotten. Con el final de la canción se levantó y se despidió con un “¿Alguna vez os habéis sentido estafados? Buenas noches.” 

Esa fue la última actuación del grupo que era en sí mismo un milagro. Después de eso demandas, intentos de revivir al grupo y la muerte de Sid Vicius por sobredosis. Un final muy apropiado para los Sex Pistols.


Durante el poco tiempo que estuvieron en activo marcaron la escena musical y lo que vendría después. Su influencia aun hoy perdura pese a sus obvias carencias en lo musical. Fue una revolución tan necesaria como vacía, pero al final resultó que aquello no era divertido, No lo era en absoluto. 

Comentarios