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Una ventana abierta en el hogar inglés
Hoy en día parece que nada nos puede sorprender. Las tendencias lo son en el mismo instante que se generan y la información viene por múltiples vías. No se puede recordar un momento concreto donde aparece por primera vez el germen de algo grande que va a venir porque infinitos momentos se quieren generar a cada instante y casi todos acaban caducando a los pocos días o semanas, alguno algo más. Este ataque masivo de novedades nos inmuniza ante los cambios. No se puede ver sino con escepticismo como llama a la puerta de la sociedad el último gran hito. 
Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que la televisión era una ventana a un mundo que resultaba ignoto. Se mostraban culturas, ciudades y artistas que no habíamos sospechado antes. El mundo entraba por esa ventana y deslumbraba al espectador. Programas que se marcaban en la memoria del joven telespectador porque ahí descubría que el mundo era más de lo que pensaban, porque le abría la mente; incluso en un momento determinado, cuando vino un hombre de las estrellas que nos voló la mente, fue por televisión por donde llegó.

Starman (1972)
Acababan de empezar los 70. La sociedad británica ya había abandonado el espíritu de los 60 y trataba de posar el foco en algo fuera de Los Beatles. Y realmente había muchos frentes abiertos. Led Zeppelin inspirándose en el blues para dar forma a un rock n’roll más contundente, Black Sabbath en pleno nacimiento del Heavy Metal, Pink Floyd evolucionando con su música hacía el lado oscuro de la luna, Rolling Stones quitándose complejos encaminados a su mejor momento. Esa vorágine de posibilidades no estaba completa; faltaba la creación de aquello que dio en llamarse Glam Rock.
El 6 de Julio de 1972 David Bowie apareció en el programa Top of the Pops de la BBC y ya no paró de brillar. Su imagen andrógina, su actitud provocativa y sexual, el descaro con el que seducía a todos los que estando al otro lado de la pantalla descubrían a Ziggy Stardust era algo nunca visto. 
Si echamos la vista atrás unos años veremos a un cantante que tras un gran éxito como fue Space Odditty se veía en el riesgo de ser un artista de un solo éxito. Debía reinventarse. Moverse a un lado para no ser arrasado. Tras Hunky Dory, un disco más barroco y melódico donde ya había apuntado cambios estéticos que lo habían acercado al personaje de Ziggy, Bowie fue a Nueva York y allí descubrió a la Velvet Underground y la inmediatez y crudeza de su música. Letras mucho más terrenales, que sangraban realidad y un ambiente bohemio e intelectual le envolvieron. David Bowie volvió a Inglaterra sabiendo que debía dar un paso adelante y así creo a Ziggy Stardust. Un personaje, una máscara que le permitía dar rienda suelta a la sexualidad y la provocación. Un vehículo perfecto para una música mucho más directa. Rock con actitud desafiante, sin pensar en el que dirán, sin inhibiciones. Nada fue casual; se diseñó vestuario y maquillaje. En el escenario no solo se proyectaba la música, todo lo que se veía también formaba parte del espectáculo.
Ahora volvamos a 1972. La actuación empieza con un plano detalle de una guitarra acústica azul mientras suenan los primeros acordes. De ahí un fundido al primer plano de David Bowie mirando a cámara; plano que se va abriendo mostrando al espectador la indumentaria y el resto de componentes. Cuando se llega al estribillo estamos hipnotizados ya, nos ha conquistado.
Durante la actuación coquetea con el guitarra Mick Ronson: miradas cómplices, abrazos y  risas. Pero también lo hace con el espectador: cuando canta ‘I had to phone someone so I picked on you’ nos mira y señala con el dedo mientras sonríe. No tiene pudor, no siente vergüenza de quien es. Y eso fue lo más provocador de todo. Que no se escondía; aunque, irónicamente, para ello tuviera que ponerse una máscara.

This Charming Man (1983)
11 años puede ser mucho tiempo o puede ser un suspiro. Durante la década de los setenta y principio de los ochenta la música había andado mucho. Los géneros se habían multiplicado, los grupos se ponían de moda y pasaban al ostracismo sin tiempo a asumir su música. La aparición del Punk se había diluido en la memoria de los jóvenes y parecía ya olvidado pese a los pocos años que habían pasado su auge. Pero si había una diferencia sustancial con la década anterior era que la música había asumido su papel de industria del entretenimiento, de espectáculo para el gran público, había aprendido a ser popular.
Durante muchos años el programa musical Top of the Pops había estado en el punto de mira. Aparecer ahí podía suponer un espaldarazo definitivo a la carrera musical o la señal inequívoca de que te habías vendido a la industria. En aquel momento uno no podía apostar por un grupo que se exhibía con canciones pop de delicada dulzura en un lista de éxitos con el post-punk dejando paso los nuevos románticos en una de las etapas más horteras de las listas de éxitos británicas.
Pero las reglas del juego cambian a cada instante, y llegado el momento, actuar en el programa pudo ser transgresor. Y así fue con The Smiths y su actuación de 1983. Se cuenta que antes de salir al escenario a uno de los miembros del grupose le preguntó que cuándo se iban a cambiar para la actuación, con la inesperada respuesta por su parte de que iban a actuar tal cual iban vestidos. Solo una anécdota sin más importancia, pero que dejaba claro que la actuación no iba a ser una más.
Se sabe ahora que fueron un grupo seminal del indie, pero era difícil verlo en aquel momento. Fueran como fueran las perspectivas, la actuación sigue siendo recordada. 
Lo primero que viene a la mente al recordar la actuación es el ramo de gladiolos que sostiene Morrissey a modo de micro. Una de las maneras más elegantes de sortear la obligación de hacer playback aunque ya lo fuera usando con anterioridad. La actitud del cantante, sus letras, sus movimientos sobre el escenario saltó de los pequeños clubs de Manchester a toda Inglaterra. 
Igual que ellos bebieron de la música que años antes hacían Bowie, T.Rex o Roxy Music unos años después, los grupos que formaron, muy a su pesar, parte del Brit-pop beberían de ellos. Oasis mostraría una guitarra Rickenbacker negra propiedad de Johnny Marr en la portada de su primer single ‘Supersonic’. Suede, otros grandes deudores de los Smiths también tendrían su momento televisivo británico.

Animal Nitrate (1993)
Diez años más. Otra década y volvía a hacer falta sacudir la industria. Esta vez no fue en un programa de televisión sino en la gala de los Brit Awards de 1993. Se cuenta que Suede fueron invitados por las críticas a la organización por no incluir ‘nueva’ música. Ante el miedo a quedarse demasiado anticuados decidieron que actuara esta banda que se estaba generando un nombre en un circuito más independiente. 
Recordemos los premiados de aquel año sólo para ver cual era el estado de la industria en aquel momento: Mick Hucknall y Annie Lennox como mejores artistas británicos, Simply Red como mejor grupo y  mejor single para Take That. Nada rompedor o memorable en unos premios bastante conversadores que en ningún momento hacían presagiar el cambio de paradigma que se venía encima. 
En la actuación de Suede sonó Animal Nitrate de su álbum de debut. Se recuerda la actitud de un Brett Anderson descamisado mostrando su pecho y golpeándose el trasero con el micro. La canción pasó como un apisonadora ante un público estupefacto que no sabía qué estaba viendo. Al final de la actuación, cuando la cámara enfoca al público, no se puede distinguir si son gente del espectáculo o maniquíes. 
Es conocido lo que vino después. La guerra entre Oasis y Blur, el Common People de Pulp, la prensa musical inglesa encumbrando a cualquiera que prometiera ser la nueva estrella del momento. Unos años que pasaron de forma fulgurante y que recibieron su gran impulso en aquella actuación. Actuación que no hubiera sido posible si The Smiths no hubiera roto los esquemas en el Top of the Pops diez años antes, que seguramente no hubiera sucedido si David Bowie no nos hubiera hecho explotar la mente.

La televisión es una ventana al mundo que nos trae mucha basura pero que de vez en cuando marca en el calendario una fecha para recordar. Puede que ahora nos cueste más aceptar la sorpresa, que seamos más cínicos ante las nuevas olas que puedan llegar, pero hay que abrir los ojos porque la música no deja de cambiar y siempre habrá un artista que será capaz de dejarnos pegados al sofá.


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